1.03.2013

¿Por qué se nos calienta el hocico?




Por Ajenjo

Muchas veces estoy tomando copetito y el timbre cerebral me indica que ya es hora de retirarse al hogar. Pero algo pasa, un conector especial que existe en la lengua, paladar, garganta y cerebro, emite una señal, como un botón rojo que se prende y se apaga, que dice: “igual un traguito más”.Y la noche sigue...
Eso fue precisamente lo que me pasó el fin de semana pasado. Fui al cumpleaños de un gran amigo de mi señora que cumplía 70 años. El festejado arrendó una casa en la comuna de La Reina, en Santiago, y se repartió comida y trago a granel.A eso de las doce ya estaba listo para la foto. Con un micrófono en la mano me las daba de animador. “Soy AntonioVodanovic”, gritaba, mientras recitaba poesía y contaba chistes.
Lamentablemente mi mujer tuvo que retirarse de la fiesta para ir a cuidar a nuestra hija. Me quedé con unos brother secos para el vodka y la pachanga y salimos, como a las 2 de la mañana, a caminar por Santiasco.
Recuerdo que la calle se llamaba Lorelei y que llegamos a la avenida Príncipe de Gales donde, como
un demonio nocturno, se nos apareció una discoteca terrible de pulenta. Nos cobraron cinco lucas y nos fuimos a chupar unos rones, mientras mirábamos como el lolerío sudaba en la pista de baile al ritmo de la electrónica pachanguera.
De repenteme doy cuenta que son las cinco de la mañana.
Salgo de la discoteca y tomo un taxi. Cuando estoy arriba del auto cacho que no tengo idea donde ir, ya que Santiago es comoun laberinto para este servidor provinciano. Saqué el celular y llamé a mi hermosa señora, que me respondió como el mayor de los ogros. Le dije que me diera las coordenadas y que en la casa hablábamos más.
El asunto es que al otro día me levanté a las 9 de la mañana, me duché,me tomé un litro de Gatorade y una lata de Red Bull, y me fui al paseo de curso de mi hijo. Cuando llegué a la casa donde era el evento,me pusieron un pisco sour con hojitas de albahaca, y mi garganta lo recibió como un regalo de los dioses. Igual tuve que parar, ya que no quería avergonzar a mi hijo. Dar jugo en estos eventos no es muybien visto, pero igual hablé como si estuviera recién operado.
Ahora sólo espero que la cara de mi mujer cambie, que entienda que no hice nada malo y que sólome sucedió lo que le pasa a muchos chilenos: “Se me calentó el hocico mijita...”.

ajenjoverde@hotmail.com

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