12.02.2005

Activando la militancia



A Jani y Cecilia, músicos de La Patogallina

El colectivo La Patogallina anunció su llegada a Valparaíso y como un buen militante de su célula porteña me puse a su completa disposición y me preparé para vivir una semana diferente y muy entretenida.
El jueves llegaron los dos primeros regalos a mi casa: la baterista y la tecladista del grupo se quedarían en mi hogar durante cinco días. Las recibí a las once de la noche, les conversé por algunos minutos y me despedí.
La primera misión específica ocurrió el viernes. La baterista, que también es saxofonista y cantante, me pidió que la ayudara a instalar carteles y a repartir panfletos de una tocata que tendrán hoy en el Teatro Mauri. Así, junto a El Caleidoscopista y otros patogallinos, nos lanzamos a una pegatina carretera que nos dejó bastante dañados. A las cinco de la mañana nos estaban echando del Exodo, mientras yo le colocaba un flyer en el tobillo a una maniquí de adorno y me tragaba la última piscolita.
El sábado tuve que dejarlas solas ya que me largué temprano a un cumpleaños en La Cruz, con asado y piscina que me dejó agotado.
El domingo fui a ayudarlos en el montaje de la obra de teatro "1907: El año de la flor negra". Mi misión fue ser guardia de seguridad en el sector de los músicos. Al empezar la obra un desagradable curadito empezó a proferir groserías. Yo, que jamás le he pegado un puñete a nadie, me instalé frente a él y miré al cielo. El borrachín quería seguir haciendo escándalo y al final llegó un amigo de Papito, quien sabiamente le dijo unas palabras en la oreja que lo dejaron inmovilizado durante toda la obra. Después apareció un grupo de carabineros que intentaron detener la obra, ya que buscaban a una persona en forma urgente. Hacerlos entender que paralizar el montaje era una cosa imposible fue una tarea titánica, desgastadora, pero que finalmente se logró.
Otra labor que se me asignó esa noche fue preparar el asado para después de la función. Junto a otros militantes armamos el fuego y entre vinito y vinito relatábamos las diversas visicitudes que habíamos enfrentado en el montaje. El asado estuvo rebueno y nuevamente terminamos como a las cinco de la mañana.
El lunes almorzamos con las chicas musicales. Les preparé palta rellena con camarón, champiñón con queso y unas machas a la parmesana, que por la excesiva conversa y el sabor del vino blanco helado, se quemaron. Igual fueron saboreadas.
En la noche fui nuevamente convocado como guardia. Hubo que detener a curaditos y escandalosos peleadores. El frío logró que terminada la función partiera corriendo a mi casa y no pudiera apoyarlos en desmontar toda la estructura de la compleja obra teatral.
El martes me levanté temprano y partí a trabajar todo el día. Les dejé una carta de despedida y cuando llegué encontré varios regalos. Las muchachas me habían dejado una polera de La Patogallina Saun Machín, un vinito Misiones de Rengo de cruz plateada, una flor negra de papel y madera, que inmediatamente colgué en mi living, y una hermosa carta.
"Gracias por tu casa, tu música, tus libros, tu risota, tus ojos cara de loco. Espero que nos veamos pronto y gracias también por el vino, las machas quemadas y las conversas... Fue bueno conocerte", rezaba el papel.
Gracias a ustedes y a toda La Patogallina por su frescura y genialidad.
Muchas gracias por hacer lo que hacen.

ajenjoverde@hotmail.com
http://ajenjoverde.blogspot.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es la vida una serie de coincidencias que permiten a los individuos agruparse en torno a vicios comunes y terminar redituando de ellos?

Anónimo dijo...

falta agregar a la lista de imperdibles a yonkis,american chopper y como no noches de insmonio entre los simpsons y mythbusters